Interioridad y estilos de vida: la imposibilidad de la transformación social

Iritzi artikulua

Artículo de colaboración para Borroka garaia da! Autor:  Jimmy Muelles

Mientras la ideología neoliberal arrambla con todo proyecto común que no se rija según su lógica, y la mecánica de los mercados hace inconcebible un cambio social, el individuo se radicaliza en sus asuntos privados, se vuelca en el ego y se repliega sobre sí mismo: hasta el punto de convertir sus manías en cualidades del carácter. La construcción de una personalidad propia y diferenciada, la introspección desprovista de autocrítica con el pseudoobjeto de llegar a ser “uno mismo”, la autorrealización y el equilibrio emocional, la búsqueda de elementos que nos identifiquen como habitantes exclusivos del mundo, etc. pudiendo todas estas representaciones y exageraciones de la propia experiencia, ser también llamadas pequeñas psicopatías, funcionan de un modo perverso. A saber: obstaculizan la empatía con el otro al hacernos creer que experimentamos la vida de un modo particular y, de esa guisa, abortan la posibilidad de un encuentro que permita una transformación social que realmente nos cambie, cambiando las condiciones bajo las que nos relacionamos.

El mantra individualista “El cambio empieza por uno mismo” ha calado muy hondo en la sociedad y sus discotecas, al extremo de convertirnos en un archipiélago de narcisistas incapaces de asumir la mínima responsabilidad de lo que le pasa al vecino, pero que, al mismo tiempo, nos obliga a cargar material y psicológicamente con todo lo malo que nos sacude. Así, perder el trabajo o que te desahucien, más que el resultado del mal reparto de la riqueza social, también puede ser “una oportunidad para nuestra formación y autoconocimiento”. O la enfermedad, la soledad: no serían sino procesos de aprendizaje. Ocultar miedos, preocupaciones, problemas y disfrazarlos de motivación es la estrategia adoptada por el sistema para mantener su ritmo. ¡Cambiad las reacciones, no la realidad!, es el lema. Puesto que la infelicidad podría salirle cara al capitalismo, necesita llegar al alma de la gente y hacer de ellos sujetos entusiastas, dinámicos y flexibles.

Por supuesto, este dogma de apariencia new age es de naturaleza política, pues incluye una forma de entenderla. Una ideología que concibe la sociedad como una red neutral y autorregulada de relaciones horizontales, sujeta únicamente a la voluntad del individuo. Es decir, una ideología que hace del egoísmo una virtud, argumentando que la búsqueda del interés particular beneficia el interés general (la vieja proclama smithsoniana trasladada a un plano espiritual) y obviando siempre el hecho de que unos poseen los recursos y otros somos los recursos. Conceptos como emprendimiento y autoempresarialidad no serían más que el proceso de conversión de ti mismo, en un recurso que persigue eternamente la idea de un bienestar imposible de satisfacer.

Cuando el individuo se radicaliza en sus asuntos privados, no es porque se halle en la búsqueda de algo profundo, sino porque pretende la reforma extrema de lo superficial, tal es su obsesión. Y con respecto a esas posturas superficiales, que en ningún modo definen la personalidad de nadie (en demasiadas ocasiones la erosionan), la sociedad está radicalmente atomizada. Existe un contraste radical entre estilos de vida dentro de la armónica metrópoli posmoderna. Para unos, una alimentación estricta, sana y ecológica, macrobiótica o vegetariana; para otros, carnes procesadas por un tubo y bollería industrial. Para unos, running a diario y carreras montañesas de cien kilómetros; otros, cogen el coche para ir a por el pan y se han comprado un patinete motorizado para salir de paseo. Unos, enganchados a la fibra óptica, preocupados por su antivida online, pendientes de youtubers, influencers y de las notificaciones en las redes sociales; otros (por lo general pertenecientes a otra generación), ni siquiera saben qué es internet. Una maraña de subculturas, modas, identidades, sentimientos de pertenencia, disfraces y todo tipo de fachadas atraviesan la vida de las personas. Es de obligado cumplimiento elegir los accesorios con que adaptarse a un determinado estilo, pues solo mediante el estilo se accede a los diversos grupos de pertenencia que, por ser, en su misma entraña, culturales y no políticos, favorecen nuestro comportamiento gregario y son admisibles para el sistema. La contraposición entre estilos de vida amortigua y enmascara un conflicto social latente, a la vez que brinda una sensación de libertad y realización personal al individuo.

La potencia cultural del sistema capitalista en los países desarrollados consiste en ofrecer la oportunidad de elegir un marco vital asequible a los intereses personales y, al mismo tiempo, ofertar las herramientas para construir un entorno cómodo para cada particularidad. De este modo puedes sobrellevar las condiciones de precariedad y dotar de una mayor consistencia a la cuerda floja sobre la que te deslizas. En la ciudad, existen microclimas adecuados para cada tipo de fauna humana, con unos códigos propios, signos, valores, lenguaje, lugares de reunión, etc. Todos los cuales te hacen formar parte de un estilo de vida, y de paso convierten al vecino real en un extraterrestre.

El mayor logro del sistema, su comodín, si eres joven y rebelde… es la creación de un estilo de vida antisistema de apariencia antagonista. Un estilo que propugna el consumo responsable, los derechos de las minorías, el equilibrio ecológico, una mayor “democratización” de los sistemas políticos, el elogio de la diversidad, y la sensibilidad con las causas sociales en general. Este estilo de vida en concreto, nos permite adaptarnos a los que deseamos habitar un espacio aparentemente no reglado y una existencia lejos de la mayoría normal, sumisa y adocenada de las masas obedientes (¿y si nosotros fuéramos la mayoría?). Así podemos vivir libres de culpa y sin remordimientos, aun siendo parte de un sistema misántropo, fagocitante y explotador. Para ello tenemos que autoconvencernos de que somos especiales porque tenemos “conciencia”. Así se convierte el activismo social en un estilo de vida, en lugar de ser un medio para la intervención concreta en la sociedad, y nosotros reconocemos inconscientemente nuestro lugar dentro del statu quo, porque lo que hay en sus márgenes también está diseñado por el sistema. …Coca Cola te comprende.

Si el grueso de las reivindicaciones políticas en la actualidad está motivado por factores de identificación personal, desde la dieta hasta la nacionalidad pasando por los hobbys y la orientación sexual, si no existe un proyecto que apele al conjunto y tenga por objeto la totalidad, es porque el sistema ha hecho de la rebeldía un estilo de vida, una estética, una forma de ser. Ha habido una transferencia en la forma de entender la lucha social: del verbo hacer al verbo ser. Ya no importa lo que hagas, sino lo que seas. Tú no luchas, tú eres la lucha. Ahora el sistema dice que tu actitud, tu forma de ser y de estar en el mundo, pone en peligro el sistema. Porque la ruptura estética no solo está permitida, sino que, además, está promocionada. La única constricción a la libertad que viene será la del mercado