La ciudad tiene las entrañas podridas, sin embargo hay seres que junto a las cucarachas y ratas, sobreviven en sus vísceras. Contaminación, violencia, droga, corrupción y desencanto industrial mezclados con bailarinas de otras dimensiones y terapeutas enviados directamente de las Pleyades.
Siempre la tan maravillosa ciudad, repleta y compuesta de productos de todas las marcas y colores.
Con sus vertederos y gaviotas, su Ría de fango y aceite, su acero arañando las montañas y sus antenas en los parques. Con sus policías de paisano y sus políticos de chaqueta. Con sus jueces ajenos por completo, y por sentimiento, del resto del mundo.
Bienvenidxs al desarrollo, al progreso, a la evolución, a la polución de tus pulmones, al inmsonio de los pájaros y al canto, como dice una canción, de sirenas drogadas. La espléndida ciudad que se abre de piernas ante el mejor postor permitiendo la penetración de estructuras falocéntricas y osadas, que achican la naturaleza y agrandan los barrotes de la cárcel sofisticada que es ésta, nuestra maravillosa ciudad.
Ciudad de ciclogénesis explosiva y fútbol, activa y destructiva por naturaleza y devoción, por presión. Olla de grillos y gritos, calles de humo y tralla, pintada y censurada, repintada y vuelta a censurar. Castigada y violenta, sedienta e impotente, voraz, independiente, con vida y movimiento tan propio como suicida.
La ciudad que marca mis arrugas y llena textos. La ciudad que quieren silenciar pero no pueden.
La ciudad que siempre saldrá a la calle.
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